La tarde del domingo 9 de mayo fue perfecta. Temperatura cercana a los
20 grados, sol pleno, ocres otoñales por doquier y un clima festivo
que inundaba el pueblo en sus calles más céntricas. Ya
había pasado el desfile cívico, militar y tradicionalista;
la plaza Manuel Belgrano lucía bella con su nueva fisonomía
(recuperó parte de sus veredas después de algo más
de dos décadas de retiradas las anteriores, se repuso césped,
se realizaron sendas, se la iluminó y se restauraron el mástil
y el monumento al prócer, entre otras cosas) y todo contribuyó
para que la invitación de Juanjo Vendramín y Miriam Woites
convocara a medio centenar de vecinos sensibles de City Bell, adherentes
a los festejos por los 96 años de la fundación del pueblo.
Vecinos de todas las edades, unos conocedores de lo que iban a ver,
otros ávidos de salir de su ignorancia en cuanto a historia local
concierne, se unieron en un caminar sin prisa por su ciudad, gozando
aún del privilegio de deambular por la calle, cosa que en algunas
arterias aún es posible.
La propuesta fue recorrer un circuito de unas treinta cuadras, pasando
por el frente de antiguas construcciones: desde la estación de
ferrocarril hasta varias de las casas más antiguas, pasando por
las ruinas del aljibe perteneciente al primer apeadero ferroviario (Camino
Centenario y calle Pellegrini), la casa fundacional (Cantilo y 7), la
Casa de Té (Cantilo y Jorge Bell) y algunos árboles llamativos
como las casuarinas que sobreviven en algunas cuadras, vivo testimonio
de la antigua entrada de la Estancia Grande.
Lo de Miriam y Juanjo tuvo su ida y vuelta. Algún antiguo vecino
hizo su aporte recordando viejos apellidos y, aún, antiguos comercios
desaparecidos hasta, en algunos casos, no quedar rastros ni del local
que lo albergaba. En Cantilo y 6 fue inevitable la alusión a
la ferretería El Pilar y su antecesora, la primera pulpería
del pueblo que funcionó en ese predio. Patricia Bello, hija de
Juan Bello, propietario de El Pilar, contó algunos pormenores
de aquellos años, como la gran fiesta con que en 1969 se celebró
por primera vez el aniversario citybellino. En la ocasión, Bello
remozó el antiguo e histórico local para ilustración
de los concurrentes, y preparó sendos costillares al asador para
convidar a los asistentes junto al palenque original. Todo, aclaró
Patricia, por cuenta de su bolsillo.
A metros
de allí "es lo de Arias", dijo una señora aludiendo
a la familia que vivía en la casa de 1915 que hoy es un bar-restorán.
Y al lado estaba "Berlú", donde la antigua casa de
sus propietarios quedará enmarcada ajustadamente entre dos modernosos
locales comerciales en construcción.
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La caminata se hizo cordial y los temas fueron aflorando, como santarritas
en este otoño. El repaso de anécdotas, de viejas costumbres
cuasi perdidas en el tiempo y hasta la correcta grafía del apellido
"Marsicano" (fue tema de discusión a la hora de pasar
por la esquina de la parroquia de la que el prelado fuera emblema) pasaron
de boca en boca como se comparte un mate espumoso. Cantilo, Jorge Bell,
las calles 6, 8, 10 y las diagonales 9 de Julio y 25 de Mayo fueron
pasarela para la historia local en el recorrido del domingo. Y fueron,
además, el disparador de sueños y proyectos. ¿Se
podrá visitar nuevamente el Batallón, casco de la Estancia
Grande de los Bell? ¿Podemos recorrer otros barrios? ¿Y
si armamos un museo? ¿Qué podemos hacer por City Bell?
Las ganas y la curiosidad movilizan las voluntades. Y ya sabemos qué
son capaces de hacer muchas voluntades unidas. Más aún
cuando piensan en que dentro de cuatro años, el pueblo que tanto
quieren cumplirá sus primeros cien jóvenes años,
y aún hay mucho por descubrir en sus rincones.
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