Es
al ñudo que te fajen
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Desde
el momento mismo en que nació, el cronista viene acumulando una
vasta experiencia en el tema y sospecha que tiene el abdomen atiborrado
de ella. Ha conocido dietas y nutricionistas que no han hecho más
que demostrar la veracidad de aquello de que cada maestro con su librito
y que en materia de alimentación sana, dos más dos nunca
es cuatro cuando de bajar se peso se trata.Y eso es lo que hacemos:
tratamos de bajar de peso o, por lo menos, de que nos entre la ropa.
Como se inferirá, no es éste el caso de "a barriga
llena, corazón contento". Antes de seguir adelante, vale una reflexión que más parece una denuncia: la mayoría de los médicos (y los no médicos) no nos creen a los gordos. No creen que uno no es afecto a las pastas, que no toma alcohol, que se mantiene alejado de las picadas y los sánguches (aunque de vez en cuando se permita alguno de jamón y cuartirolo, aunque más no sea), que por su hígado tenebroso no frecuenta las frituras, que se mantiene impertérrito ante el tarro de dulce de leche y evita comprarlo, que cocina y come sin sal. En la fiambrería ya saben que uno compra jamón Bocatti sólo para que coma su esposa y que si un día pidiera longaniza será porque ese día está "de trampa". Cierto especialista pareció haber descubierto la piedra filosofal: pidió análisis completos y un poco más y llegó a la conclusión de que padecemos una insuficiencia de la glándula tiroides. "Eso es lo que no te permite bajar de peso", nos dijo, y nos extendió la receta para que cada mañana ni bien despertemos pero media hora antes de desayunar, nos mandemos una pastillita de levotiroxina. Pasan los años, desayunamos cada día con la maldita pildorita violeta, y la panza sigue allí, desbordando el cinturón. ¿Qué
es lo normal? No sabemos si nuestra vida es normal, pero podemos asegurar que sí es habitual. Como conclusión descubrió lo que ya sabíamos: padecemos hipertensión arterial, aún cuidándonos de no comer enlatados, cocinar sin sal, ni agregársela a la comida. Entonces nos indicó otra pastillita que debemos tomar a la mañana, ni bien nos levantemos pero después de haber digerido durante 30 minutos la de la tiroides. ¡A
comer! Al mediodía, por supuesto, comer liviano. Uno está trabajando fuera de casa y tiene que ingeniárselas. "¿Pollo a la plancha cocinado sin piel? Sacáselo vos, el cuero; acá se sirve así" y no hay tutía. Pero claro, no es lo mismo. Porque al cocinarse ya absorbió las grasas del cuero que uno quiere (en realidad, "debe") evitar. Como guarnición, un puré de calabaza, porque el de papa tiene muchos hidratos de carbono. "No abuse de la calabaza, porque es dulzona y eso indica que tiene azúcar. Con la calabaza no va a bajar de peso", recuerda que le dijo otro médico. Ja, mirá vos, tan santito que parecía el zapallo ese, ahora resulta que engordás también comiendo esa porquería. ¿Zanahorias? "Sí, pero cruda. Porque cocida, engorda una barbaridad". Y una nueva: "Papa, todo lo que quiera, siempre y cuando la deje enfriar luego de cocinarla". ¿Para no quemarme? "No, porque al enfriarse cambia su estructura molecular y entonces los hidratos de carbono quedan encapsulados y no pasan al organismo". Ay, Maitena Heras, cuántas cosas me quedaron en el tintero en el tiempo en que tratabas de que entendiera tu materia Química en cuarto año del secundario... El
pecado original Pero resulta que la fruta en el almuerzo es un arma de doble filo, "porque la fruta contiene 'fructosa' (obvio, no va a contener 'verdurosa' o 'carnosa'), que es el azúcar contenido en la fruta. Así que no sólo no adelgazás sino que además te eleva la glucosa en sangre, y con el sobrepeso que tenés, vas derechito a la diabetes", le dijeron. ¿Habrá sido ése el pecado de Adán y Eva? "¡No comas frutas ni nada crudo después de las seis de la tarde", nos dijo una diminuta médica que basa su ciencia europea en la depuración del intestino porque éste es como la raíz del organismo, y como tal tiene la función de extraer las proteínas de los alimentos. Así que nada de frutas ni ensaladas después de la hora del té. Bueh. Nada de fruta cruda en la mañana ni en la tarde, tampoco en la cena, nos queda la noche, entonces. Habrá que poner el despertador a las dos de la madrugada, por ejemplo, y levantarse a comer una mandarina sin culpas. "¿Usted tiene hambre a la noche? Quiero decir, ¿se levanta a la noche y va a mirar qué puede comer de la heladera?", inquirió otro de guardapolvo blanco. En fin, estamos al horno. Churrasco
de escarola ¿Aceite? Sólo una cucharadita tamaño té (se vé que la medicina no se avivó de que la de café es más chiquita aún), siempre y cuando sea de oliva (vale arriba de los cien mangos el litro), maíz, canola (¿lo qué?), porque tienen omega 3, 6 y 9 (al menos no tiene 6-7-8), que son antioxidantes y ayudan a bajar el colesterol malo. Pero esa es harina de otro costal y las harinas también están prohibidas, excepto que sea harina integral y en poca cantidad. El del colesterol y los triglicéridos es un tema aparte. No hace falta tener sobrepeso para padecerlo y días atrás supimos de una nueva veta consumista a causa suya. Se ha descubierto que el aceite de chía es una buena arma contra la grasa acumulada en las arterias y se extrae de unas semillitas que parecen más suciedad de lauchas que una semilla. Hay quien la consume entera y quien la muele, para lo cual utilizan un mortero como el que usaban las bisabuelas antes de que se inventara la Moulinex, pero de no más de cinco centímetros de altura. Alí
babas "No lleve triturada -dijeron en la dietética-, porque es lo que queda después de extraerle el aceite para elaborar las cápsulas de aceite de chía. Ponga una cucharadita de semilla entera en la leche, el café o lo que sea, y en cinco minutos notará que se desprende una baba. Eso es el aceite". A pesar de que lo de la baba nos causó cierta repugnancia, compramos la semilla de chía entera más un frasquito de cápsulas de aceite de chía, por si un día no tenemos tiempo de desayunar o si lo hacemos con mate: jamás permitiríamos mezclar cosas raras en nuestra infusión preferida. -
Ojo con el mate, porque le va a dar mucha acidez. En todo caso, tome
mate cocido. Mirá
vó: resulta que ahora la culpa la tiene al aire y no las xantinas
presentes en la mayoría de las hierbas y semillas consumidas
en infusión: te, café y yerba mate, las más difundidas. Pero
volviendo al colesterol y los triglicéridos, hay que consumir
mucha fibra para contrarrestarlos, pero no de las Sylvapen. Son las
fibras de los vegetales (tres días comiendo ensaladas y nos quedamos
a vivir en el baño) y las de los cereales, esos de las barritas
para comer como colación y así completar las seis comidas
diarias recomendadas. Sabias
palabras |
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