Rostros
en la calle
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Al contrario de su oficio, Iván es joven. Andará por los 25, si los tiene, y su mirada es tan sincera como sus manos: puede verse en sus ojos lo que en segundos más plasmará sobe el papel a fuerza de lápiz y arte. |
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De pie en emblemática esquina citybellina, expone muestras de sus dibujos y se ofrece a retratar al curioso, por cincuenta la hojita, sean uno, dos o tres rostros, eso no importa. Tiene además un atril improvisado, con unas pocas hojas en blanco, un lápiz y una goma de borrar, señal de que ha de ser un tipo comprensivo y bonachón: cualquiera puede equivocarse y, en su caso, la Staedler es un recurso válido. |
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La modelo conversa, se ríe, saca fotografías sin moverse demasiado para no dificultar la labor del artista. Y los curiosos miran. Algunos se detienen, otros bichan al pasar, alguien pregunta "¿quién es?", porque hay flashes del fotógrafo consorte de María Laura y por un momento el grupo de mirones es algo numeroso. Iván disfruta del momento. No importa si la caricatura que lo ocupa es la primera de la tarde o parte de una larga serie de solicitudes. Él la disfruta como si fuera la última de su vida. La mejor de sus obras. Como si su modelo fuera, no una vecina que salió a celebrar los 99 años de la fundación City Bell y, al pasar, se sometió a su arte, sino la propia Venus de Milo posando para él. Rostros
en la calle. Arte en vivo. El lápiz cuenta cómo nos vé
el dibujante. Una manera muy vieja y actual de dejar registro de lo
que somos hoy. |
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