Poligrafías
Feos y antipáticos, uníos


Las elucubraciones de un vecino reflotan una teoría criminalística,
aunque aplicada a la simpatía y la fealdad.

"Hay que reivindicar al antipático" se despachó días atrás Sergio, acodado sobre el baúl de su automóvil. El cronista pasaba esa mañana a pocos metros de donde su vecino filosofaba en voz alta y no pudo evitar detenerse a saludarlo. Andaba falto de tema para su próxima crónica y cualquier conversación podía ser el disparador de algunas líneas para su columna.

El hecho de ser doctorado en saberes de la técnica no impide al hombre sumergirse en elucubraciones rayanas con la metafísica y arribar a la siguiente conclusión: la sociedad tiende a defender a los simpáticos y defenestrar a los antipáticos. El susodicho conoció al filosofante algunos años atrás. De unas pocas charlas fugaces surgió la conclusión que ambos vivían muy cerca, en la misma manzana, realidad que los hizo sentir por un momento semejantes a un par de gusanos de no ser porque la manzana que habitan dista mucho de ser una fruta podrida.

Conocedor y fanático del fútbol atesora, entre sus sueños que algún día dejarán de ser proyectos para convertirse en realidad, el de escribir y publicar un libro sobre ese deporte, tanto en sus aspectos técnicos y deportivos como en lo humano, una cuestión que lo desvela cada vez que sale el tema en rueda de fanáticos.

Simpáticos antipáticos
Si embargo, no era el fútbol lo que ocupaba el pensamiento del vecino. "Siempre asociamos al tipo lindo con la simpatía y al feo con la antipatía y a éste lo marginamos, lo desplazamos. Hay que reivindicarlo", volvió sobre el tema mientras saludaba a su vecino de enfrente.

La teoría, en síntesis, apunta a que el mundo está como está por una cuestión de subjetividad, porque tendemos a juzgar al prójimo por la mera portación de cara. Ya Cesare Lombroso, un médico veneciano nacido en 1835 y muerto en 1909, había enunciado algo parecido. Su teoría decía que el criminal es en sí un desequilibrado más que un culpable, y sus estudios antropométricos pretendieron demostrar que hay rasgos faciales y físicos en general que caracterizan al criminal. Tanto es así que a los asesinos que reunían las características más salientes de las enunciadas por el italiano, se los diagnosticaba, lisa y llanamente, como "lombrosos". Su teoría fue dejada de lado hace algunas décadas, pero donde hubo fuego, cenizas quedan, dicen los viejos sabios.

El comentario trajo a la memoria una anécdota de la muy querida Dora Lamanna, una antigua y ex vecina de City Bell que, al oír una canción de Los Barreiro que postulaba "que se mueran los feos, que se mueran", gritó "sonamos", mientras se ponía de pie aferrada a su cartera.

Es así que con más ánimo de aportar un granito de arena a la convivencia social que de parecerse a Lombroso, Sergio pensaba en voz alta días atrás su nuevo enunciado. "Estoy seguro de que si apostamos más a los que a primera vista resultan antipáticos, a la larga nos encontraremos que son mejores personas que los carilindos entradores", parece concluir. Desde aquí nos animaríamos a postularlo como el fundador del Mo. De. F. A., Movimiento de Defensa de los Feos y Antipáticos, una agrupación aún inexistente pero a la que, a no dudarlo, no le faltarán adherentes.