Filosofía
del hombre feliz
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No por curiosa la escena deja de tener su importancia. El hombre reflexionó en voz alta y reconoció que lo suyo podía ser filosofía barata, pero que por lo menos a él le era útil. "Cuando era chico, éramos tres hermanos y vivíamos en un rancho de cartón en el campo. Uno juntaba la leña, el otro ordeñaba la vaca y el tercero iba a buscar el pan. Si hoy se me pincharan las cuatro ruedas del auto en medio de una ruta solitaria y tuviera que dormir en él, estaría mejor que en aquella época, mientras otros putearían nada más que por tener que cambiar una rueda", se explica señalando su automóvil rojo con los signos evidentes de tener un par de décadas recorridas. Defender la alegríaEl optimista declara tener más edad de la que aparenta y su particular modo de ver las cosas parece un gran descubrimiento, quizás porque nació un 12 de octubre de hace 67 años. "No te voy a negar que me gustaría tener uno como ese -confiesa señalando un cero kilómetro de vidrios tonalizados que pasa coqueteando por delante de sus narices como haciéndose desear-, pero cuando miro hacia atrás veo que hay muchos que están peor, así que no me puedo quejar". |
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En esta época en que la sonrisa parece un privilegio para las minorías, el caso de este hombre actúa como un disparador de reflexiones y pensamientos y trae a la memoria la letra de Benedetti y la música de Serrat: "defender la alegría, como un estandarte... defender la alegría, como una trinchera"... Claro que no son los tiempos de la hiperinflación del '89 ni de la debacle de De La Rúa, pero uno tiene la impresión de que un tufillo extraño le invade el alma. La plata no alcanza. Hay policía por doquier pero la seguridad es utópica. Pagamos el barrido público pero la calle está sucia. | ||||
La sensación que experimentan muchos de los consultados es la de sentirse humillados, como si en todos lados se les faltara el respeto y hoy en día el respeto, no es más que "un ruido de tres sílabas", en palabras de Enzo Francescoli. No se contesta el saludo, ni se pide permiso ni mucho menos se da las gracias. ¿Hay relación entre el respeto mutuo y la situación económica? ¿Y entre la alegría y el dinero? "Comienza tu día con una sonrisa y verás lo divertido que es andar por ahí desentonando con todo el mundo", escribió Quino. No entraremos aquí a desentrañar si alegría y felicidad van de la mano, sobre todo ahora que un científico arriesgó la hipótesis de que ésta es hereditaria. "Claro, si heredás, seguro que sos feliz", deslizó con sutileza un materialista. "Plata no tengo, pero trabajo catorce horas por día y con eso me alcanza", acotó el personaje que dio origen a esta crónica. Y no sólo le alcanza para vivir, según dice. También para estar contento. Los índices en nuestro país hablan de que no son muchos aquellos a quienes les alcanza con lo que tienen, porque son muchos los que no tienen, siquiera, alegría. El simple rumor de que una vacante se produciría en un importante comercio ubicado sobre Cantilo provocó que una docena de personas concurriera en menos de cuatro horas aspirando a cubrir el puesto. "¿Te fuiste de vacaciones? Qué me voy a ir si no tengo plata ni para quedarme", fue un dialoguito escuchado en la cola del supermercado. |
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Osmar es un transportista que, pese a ser jubilado, mantiene el buen humor que siempre lo ha caracterizado. Vive en una casa sobre la calle 13 y una mañana calurosa, a la sombra de los generosos paraísos que pueblan su vereda observaba el césped alto de su extenso parque. "Tengo que cortar el pasto, pero no tengo ganas... Mejor, porque si tengo ganas lo tengo que cortar, en cambio así, no lo hago y listo"... Y uno se queda pensando que el hombre que piensa así, va a llegar a vivir muchos años más. La cuestión pasa por la manera en que cada uno ve las cosas. Veinte años atrás, un querido personaje de nuestro City Bell realizaba una colecta a beneficio de un hospital de la zona en el cruce de Centenario y Cantilo. Pasadas varias horas de plantón, lo recaudado no superaba unos pocos pesos, sin embargo, con la alcancía que aún tenía la mitad de su capacidad libre, nuestro amigo se alegraba: "Ya la tengo llena por la mitad". Y nadie se atrevió a contradecirlo. Del mismo modo, este cronista se ha topado con dos puntos de vista opuestos sobre un mismo día lluvioso. De la obviedad del "día de porquería" expresado por una persona, pasó al más positivo "qué hermoso día de lluvia", retrucado por un tercero. Reír
o llorar |
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