La
comida de mamá
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No siempre es placentero salir a comer afuera. Algunos vecinos de City Bell eligieron ese regalo para sus madres y esposas el último Día de la Madre, y es posible que muchos de ellos hayan terminado exprimiendo un choripan entre sus dedos en la banquina del camino Centenario. La vigencia de los Campanelli. |
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Los "fast-food" han cambiado tanto nuestra idiosincrasia gastronómica que cualquiera se atrevería a aseverar hoy que las hamburguesas con salsa picante forman parte de nuestras comidas típicas. Vivos, los americanos, que inventaron una comida que invadió el mundo y la identificaron como originaria de Hamburgo, ciudad que se encuentra en Alemania. Nadie podría, hoy por hoy, acusarlos de penetración ideológica, ni siquiera gastronómica. Todo
sea por la vieja Para los que vivimos en City Bell, el camino Centenario se despliega como un abanico rico en variedad de opciones para elegir comer entre Ringuelet y Villa Elisa, a uno y otro lado de la carretera. Allí se agrupan muy buenas ofertas gastronómicas con preferencia por la parrilla y el asador. Por eso, con la brújula del estómago indicando el norte, Fulano y familia salieron a homenajear a la mamá de la casa. Una cuestión de segundos los dejó sin mesa en el primer quincho que encontraron, acantonado contra las vías del ferrocarril. Faltaban pocos minutos para la una del mediodía y la palabra del propietario del lugar fue lapidaria: "retiren su numero en la caja, por favor". En tales circunstancias no era pensable que nadie se levantara de la mesa antes de tres cuartos de hora, así que pusieron proa al siguiente puerto. Vaya uno a saber por qué extraña costumbre, la gente sale a comer toda a la misma hora y todos quieren homenajear a las madres en el mismo día que lo señala el almanaque. Estamos diciendo que ya había cola en más de un restorán y no habría mucho para elegir, así que la decisión de ocupar una mesa afuera en el tercer local encontrado, parecía a todas luces muy buena. La sombra, estimaron, se les acabaría cuando ya anduvieran por el postre. Veinte minutos más tarde, la celeridad del mozo de chaleco amarillo les alcanzó una coqueta carpeta con el menú a cada comensal. Chorizo y ensalada de lechuga y tomate para uno -no figuraba la cebolla en la lista- y pollo deshuesado al limón para dos, regado con gaseosa y agua mineral, fue la elección simple y rápida. Mientras tanto, tentadores rulos de manteca llegaron a la mesa para engañar al estómago. A la
buena mesa Gracias
por los servicios |
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A la hora de la reflexión, vienen al recuerdo los memorables almuerzos de la familia Campanelli, con los infaltables ravioles de la "vieja", una tradición que, de puro italiana, se ha convertido en bien argentina. Tal vez por efecto de la insolación y el hambre que hacía delirar, de entre las mesas del restorán alguien se animó a sentenciar: "Que te sirva de leción, vieja. El año prósimo, si querés salir a comer afuera, sacamo la mesa al patio y ya está. Después de todo, nadie cocina como vos. ¿Ta' claro?". | ||||