La habitué

Feliz cumpleaños

Escribe Gabriela Bellettini, especial para Citybellinos.


"Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente
en que nos hacemos viejos." George Christoph



Hoy es uno de esos días en los que me pregunto por qué envejezco sin madurar. ¡Maldita suerte la mía!
Esos días en los que me pesa el documento de identidad y, en la balanza de la vida, jamás se equilibra con el corazón y la cabeza.
No sé si a ustedes también les pasa pero, a veces, siento que no soy yo; que soy otra mujer viendo una película de ciencia ficción que, como si fuera poco, generalmente no me gusta.
Como si en mis oídos sonara una música que no tiene que sonar, como si en mis pies llevara zapatillas con florcitas celestes, como si aún llegara a trabajar con el "buenaaaasss" de hace 25 años.


Es raro, porque no me pasa siempre. La mayor parte de mis días transcurren en el cuerpo de esa persona adulta que se ocupa de lo que debe ocuparse: es madre, ama de casa, jefa, ciudadana responsable.
Sin embargo, de vez en cuando, el termómetro de la edad parece descender de golpe y el espacio que deja en blanco se transforma en un vacío imposible de llenar.
¿Cómo puedo ser madre de un hijo de 20 años si yo tengo esa edad? ¿Cómo puedo ser ama de casa si todavía resuelvo algunas cosas como cuando era recién casada? ¿Cómo puedo ser jefa si me la paso siendo cómplice de todo el mundo? ¿Cómo puedo ser ciudadana responsable si todavía no puedo decidirme sobre lo que quiero para mí y mi país?
Y pasan los años y las velas de la torta se siguen sumando y hacen cada vez más humo; pero el sentimiento las va restando y escondiendo debajo de la mesa.
Y sí, ¿cuarenta y siete velas tenían que comprar? ¿Tenían que prenderlas a todas? ¿Y a todas había que apagar? ¿No podían dejar sin encender algunas?
¡¡¡¡Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz!!!!
Quizás la felicidad esté en eso: crecer por fuera y no tanto por dentro. Pero tengo que encontrarle la vuelta. Y hay que aprender a disimular.