"¿Será
posible que tengamos que resignarnos a no verlo nunca más?"
- La abuela
"¿Te acordás, Fede, de las tardes en el parque, con
los primos?".. - La tía
"Vivo con mi mamá Claudia; mi papá se llama Adrián
y no sé por qué no lo veo ni dónde está"
- Federico
"Él sabe que me llamo Adrián, tengo la esperanza
de que se acuerde de mí y de que, cuando me vea, se le vayan
las cosas feas que le pueden haber dicho de mí" - El papá
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Prolijamente doblados, dentro de la valija, Adrián guardó
los regalos que lleva a España y que espera poder entregar a
su hijo Federico, a quien no ve desde hace unos diez años y a
quien nunca dejó de buscar. Lleva el equipo deportivo de la Selección
Argentina, los regalos de toda la familia, muchas cartas y un álbum
con fotos.
En casa quedaron las herramientas de juguete y un tren, regalos de Navidad
que Adrián y la tía Erica nunca pudieron entregarle.
Fui testigo de
muchas de las búsquedas y otras tantas frustraciones. A mí
también se me llenaron los ojos de lágrimas y se me erizó
la piel cuando escuchaba los relatos, revivía los recuerdos y
tejía y destejía las esperanzas.
Uno se acostumbra
a buscar. A vivir buscando. A trabajar y buscar. Salir y buscar. Caminar
y buscar. Esperar y buscar. Mirar por la ventanilla del micro y buscar.
Siempre buscar, esperando encontrar esa carita de un nene de tres años
en algún lugar.
Porque quizás estaba en City Bell, estaba muy cerca y uno no
se podía dar el lujo de dejar pasar cualquier oportunidad.
Y buscó Adrián, y buscó toda la familia. Y buscaron
los amigos y los compañeros de trabajo, los vecinos y aquellos
que se conmovieron cuando leyeron la noticia en los diarios.
Federico es hijo
de Adrián y Claudia. Ellos se casaron en el Registro Civil de
City Bell cuando él tenía veinte años y ella, quince.
Las promesas de una vida mejor los llevaron a Italia. No fue fácil.
Lejos de los afectos, a una edad en la que aún la contención
es imprescindible, Federico anunció su llegada.
Claudia echó a Adrián de su casa y él se vio obligado
a regresar a Argentina. La visa de turista se vencía y el trabajo
no abundaba.
Cuando Claudia dio a luz, anotó a su hijo como extramatrimonial.
Para ella las cosas tampoco habrán sido sencillas. A los pocos
meses regresó a City Bell y Adrián pudo finalmente conocer
a su hijo.
Federico vivió los siguientes años junto a su papá.
Compartieron absolutamente todo. Los paseos, las tardes en la casa de
la tía, las fiestas y los cumpleaños.
Justamente, en el cumpleaños número tres de su hijo, Adrián
perdió algo que tardó casi diez años en recuperar.
Pero también Fede perdió algo y, quizás, aún
no sepa que lo va a recuperar.
Después de la fiesta familiar, Claudia se lo llevó con
la promesa de regresarlo luego del fin de semana. Pero nunca volvió.
Primero se atrincheró en su casa y, después, desapareció.
Con el tiempo se pudo saber que había viajado a Italia.
Resulta ocioso detallar las denuncias, los oficios judiciales, los pedidos
de paradero, la orden de captura, la intervención de Missing
Children, de la policía y de INTERPOL.
Cada uno de estos intentos desencadenó una decepción.
Cuando el sistema
un funciona, no da respuestas, sólo la imaginación y la
esperanza ofrecen una salida. Y, en estos tiempos, la tecnología
también se convierte en una herramienta útil.
Facebook permitió encontrarlo entre los cientos de rostros que
podían ser Fede. Estaba en un pueblito cercano a Barcelona, España.
La cuñada de Adrián logró chatear unos pocos minutos
con él, pero obtuvo los datos necesarios para confirmar la sospecha.
Un día después, el perfil de Federico había sido
cerrado.
Pero el breve contacto fue suficiente para saber cuál era la
escuela a la que asistía. Y ese fue el puntapié inicial
de una nueva búsqueda que promete otro final.
En el avión
que despegó hacia España va Adrián y vamos todos.
El objetivo es un abrazo; un abrazo muy largo, tan largo como estos
casi diez años.
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