Escenarios
Músicos amateurs
con actitud profesional


Fascinante espectáculo de pequeños y grandes músicos
sobre un escenario de leyenda.


Hay quien va a aprender una disciplina artística por el simple hecho de entonar unas melodías en privado, o desmenuzar un pentagrama pulsando un instrumento por mero placer. Otros, lo hacen en la certeza de estar transitando los primeros tramos de una carrera que en algún futuro los convertirá en profesionales de la música; es decir, músicos de profesión.

Los alumnos del taller de música que coordina Graciela Chambó saben que cuando suben al escenario de Ciudad Vieja -por caso, el sitio elegido para presentar los resultados de un año de trabajo- no es para representar de músicos como si fuera un acto escolar, sino que lo hacen en la convicción de ser ya, cada uno a su escala, intérpretes de partituras y de letras concebidas para ser ejecutadas y cantadas.

Ello conlleva que el público -casi exclusivamente familiares y amigos de los alumnos/artistas- deje de lado la ineludible actitud de "papá de nene que representa" y se sumerja en el clima de un concierto variado, por momentos emparchado para solucionar imprevistos, pero que sale con el sabor de la masa recién horneada, de la salsa lista para mojar el pan.


Alumnos y maestros

Hay docentes que se mezclan con sus pupilos en el detrás de escena amainando los nervios. Otros que suben al pedestal a colaborar en el rápido cambio de instrumentos, conexiones, sillas, atriles. Y casi nadie los menciona: Carmela Rucci, Sergio Rafaelli, Federico Jaureguiberry, Willy Mandel, la propia Graciela Chambó (y algunos nombres nos han de faltar)...


Hay chicos (pibes), adolescentes, jóvenes de edad y jóvenes de alma aunque peinen canas, que suben a tocar y cantar lo que saben. Suben al escenario a hacer lo que saben hacer. Y de vez en cuando, un músico invitado suma su toque al crisol de estilos.

Hay solistas primerizas que cantan acompañadas por la guitarra de otro que también es aprendiz, y un saxofonista de los mejores que se suma a último momento a poner lo suyo para acompañar aquella voz en simiente.


Y está también Sergio Rafaelli, músico y luthier, que hace pocos años se animó a armar un ensamble con sus alumnos de guitarra más avezados -si no osados- y se sorprendió él mismo por los resultados obtenidos. Y desde entonces, no paró más. Este año presentó tres "camadas" de profesionales en potencia haciendo ensamble de cuerdas y disfruta tanto de lo que hace, que contagia a sus -en ese momento- compañeros de escena en petit concierto.


La huella de los grandes


El denominador común de lo visto y escuchado es la actitud de cada uno de los transeúntes de la escena. Ciudad Vieja es un local con tradición aún cuando su existencia como confluencia artística es novel comparada con la edad de la ciudad. Marcela Monreal, la Doctor's Jazz Band, el Sexteto Vocal Cabernet, Lito Nebbia, el Sexteto de Jazz La Plata de Mingo Martino o el noruego Steinar Raknes Quartet-Nordic Jazz son sólo algunas de las relevantes figuras de la música que gastaron las tablas de esa esquina platense.

El dato no resulta menor, más aún si se tiene en cuenta lo que decíamos en el arranque. El pasado 9 de diciembre no asistimos a la representación de los muchos alumnos de un taller de música. Fuimos auditorio de un puñadazo de músicos que se sienten profesionales y actúan como tales, aún cuando saben que están dando los primeros pasos en una larga carretera. Ellos saben bien que nadie llega al final pensando que no lo va a lograr y que la mejor receta para llegar es comenzar a caminar movidos por la voluntad y la certeza de que sus pies los llevarán rumbo al horizonte.

Por eso decimos que no asistimos a la función de gente que quería demostrar lo que aprendió, sino que subió a un escenario a entregar lo que siente porque ama lo que hace. Y no es poca cosa.