Por costumbre, por utilidad, o por lo que sea, diciembre impone un par
de líneas de balance del año. 2014 daría para un
largo debe y haber, pero no es éste el espacio. Sí queremos
rescatar como uno de los hechos más trascendentes de los últimos
doce meses la realización de la primera Feria del Libro local,
un evento que promete convertirse en la semilla del que florecerá
en 2015.
¿Veinticinco
stands de venta de libros son una cosa trascendente en una localidad
con más de 80.000 habitantes? En estos tiempos que vivimos, sí.
Porque además no se redujo solamente a eso, sino a un abanico
de expresiones artísticas que incluyó la música,
la plástica, el relato de cuentos a viva voz y, por sobre todo,
obró como vidriera para muchos escritores, poetas, periodistas
locales.
La pluma
citybellina tuvo sus dos días para recordar, para registrar en
la historia más allá de la discusión de si se trató
de la primera o la segunda feria local. La presentación de libros
de autores locales, la presencia de pequeñas editoriales con
largos años de trayectoria, más aquellas noveles que hacen
sus primeros pasos en un camino que desde hace tiempo viene siendo castigado
por los malos agoreros que les ponen fecha de defunción ante
el avance de la informática y los medios electrónicos.
Por ello,
aún sin saberlo, sospechamos que cuando surgió la idea
en la Biblioteca Florentino Ameghino, habrán surgido voces de
horror el seno de la comisión directiva del Club Atlético
al cual pertenece. Sin embargo, el resultado no pudo ser mejor.
Fueron
dos meses de intensísima labor primero para imponer la idea,
luego para ejecutarla y llegar en tiempo y forma con todos los mecanismos
aceitados. Ni el temporal que dos días antes de la apertura voló
parte del techo del Club pudo contra la empresa.
¿Que
hay cosas para mejorar? Naturalmente que sí. Habrá que
redistribuir tiempos y espacios, reorganizar pequeñas cosas,
asegurar la difusión. La generosidad de la organización
nos permitió a los autores locales tener presencia y venta en
el stand reservado ad hoc sin desembolsar ni tiempo ni dinero. Y eso
es lo primero a destacar: el interés de la biblioteca Ameghino
en difundir a los autores citybellenses; sin reparos, sin diferencias
ni preferencias. Gracias, es lo menos que cabe decir tanto desde los
interesados directos (los escritores) como desde los lectores, que en
muchos casos cayeron en la cuenta de que quien escribió tal libro
es el carnicero del barrio de tantos años, o la profesora de
tal colegio.
La
Feria del Libro nos dejó como balance el saber que la cultura
de la lectura está aún viva aquí y forma parte
de la idiosincrasia y la identidad de City Bell, de la que tanto hablamos.
Que un evento no necesita ofrecer comida para atraer gente (algunos
hablan de unos 3000 asistentes la tarde del sábado 1º de
noviembre) y que sin desembolsar demasiado dinero, uno puede irse a
casa con un par de libros debajo del brazo.
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