Cuando lo estaban por operar, mi viejo me contó una anécdota
de cuando Favaloro era colimba en City Bell. Una noche -me decía
mi padre- hubo un accidente en el camino Centenario y entraron al cuartel
unas monjas mal heridas. Cuando le avisaron al médico que estaba
de guardia, éste respondió que la llevaran a otro lado
o esperaran, pues estaba cenando.
El futuro cardiocirujano, que por entonces era soldado, hizo frente
a esta situación sabiendo a lo que se exponía: no le importó
y las atendió. La religiosa, a pesar de la atención recibida,
falleció.
El médico increpó al soldado Favaloro por su accionar,
queriendo culparlo de la muerte. Éste, a pesar del grado de su
superior (creo que capitán) y sabiendo lo que se le podía
venir, se le plantó y le dijo algo así como que si había
algún culpable de la muerte era él, por no haberla atendido.
Ya graduado en medicina y habiendo alcanzado en grado que alcanzó
en la carrera científica, René Favaloro charlaba con sus
pacientes. Uno de eses pacientes fue mi viejo, quien le recordó
esta anécdota. La respuesta de Favaloro fue cara de sorpresa,
mientras decía "cuanto tiempo ha pasado".
Tal vez heredé la admiración de mi padre hacia él.
Lo vi un par de veces en el Sanatorio Güemes y en el Hospital Italiano
de La Plata. Y puedo asegurar que al verlo personalmente impactaba,
y su presencia se imponía.
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