- Lo que sucede
es que a menudo se confunde arte y cultura...
- El arte, convengamos, es una parte de la cultura, y la cultura es
el universo. El trabajo del gestor cultural, entonces, es hacer que
todo eso funcione. El ejemplo más claro es el de la fiesta del
Bicentenario. Todo eso tiene que estar hecho por gestores culturales,
sean profesionales con título o no. Y fue hecho así: implica
que tenés que conseguir lugares, armar un equipo de gente, saber
trabajar en equipo, saber cómo cortar una calle o si hay alguna
reglamentación que estás infringiendo, a qué objetivo
apuntás, etcétera.
Yo me desempeño como gestora cultural en Guardia Tanguera (una
ONG de La Plata dedicada a la difusión del tango en la ciudad
y su zona de influencia). Mi trabajo ahí es comunicacional. Un
representante artístico también es un gestor cultural,
quien trabaja en un centro cultural es, también, un gestor cultural.
- ¿Qué
obstáculos debe sortear la Gestión Cultural?
- Siempre el obstáculo principal es la financiación de
los proyectos culturales. No tanto desde lo privado sino desde lo público,
porque tenés que luchar contra algo que, aparentemente, está
cambiando, y que es concebir a la cultura como un gasto y no como una
inversión. Y ni siquiera como una inversión, porque en
realidad es una necesidad humana.
- ¿Qué
podemos considerar "cultura"?
- Cultura es lo que nos diferencia de los animales. Todos tenemos un
instinto: comer, sentir, dormir; pero el cómo lo hace cada uno
es lo que determina la pertenencia a cada cultura. Nosotros nos vestimos,
pero no hacemos como los animales, no nos metemos en una cueva, y con
eso alcanza. O nos ponemos determinada ropa acá, cuando en Arabia,
para la misma circunstancia, se ponen otra muy distinta.
Todo eso determina rasgos culturales, constituye una necesidad, porque
la gente necesita expresarse a través de sus rasgos culturales,
aunque no se lo ve de esa manera. A la cultura se la ciñe a las
artes, y dentro de las artes, a muy pocas artes.
- Sin embargo,
parece que nos cuesta definir el límite entre arte y cultura...
- Si bien eso está cambiando, todavía subsiste el concepto
de cultura asociada a arte, y cultura es todo: la manera de comer, la
hora a la que te levantás
La cultura hace que uno trascienda,
la sociedad trasciende y hace que vaya comunicando a las generaciones
subsiguientes su forma de vivir. Tomar contacto con las raíces
y después transmitirlo, es gestión de cultura.
Cultura y educación están íntimamente relacionadas.
La educación es vehículo de la cultura. Cuando a un chico
le enseñás en el Jardín de Infantes los modales,
o a esperar su turno, estás transmitiendo cultura. Cuando le
enseñás que los varones tienen que dejar el lugar a las
mujeres, estás transmitiendo cultura. En tu casa, también
a tus hijos les enseñás un montón de cosas que
son parte de tu cultura.
- Los graffiti
callejeros, ¿también son cultura?
- Todas las nuevas manifestaciones, desde muy antiguo, fueron resistidas.
Todo lo que es nuevo siempre es resistido y depende de cómo cada
individuo se adapta al cambio y depende de los gustos de cada uno. Hay
gente que cree que los frentes de las casas son frentes y nada más,
y cada casa en sí ya es una forma de expresión desde la
arquitectura. Entonces, ¿por qué un frente no puede ser
pintado con un graffiti?.
- ¿Hay
un cambio en el modo de gestionar la cultura?
- La fiesta del Bicentenario fue como un paradigma de un montón
de cosas... Fijate cómo se recepcionó la nueva tecnología
con lo del Cabildo y el Teatro Colón. Es increíble lo
que se hizo en la Torre (frente a Plaza Moreno, en La Plata), esa danza
acrobática: eso es todo nuevo y la gente lo acepta fantástico.
A lo mejor tiene que ver con la edad de los funcionarios, que no es
la misma edad que antes. Antes, un funcionario que llegaba a determinado
nivel del poder -intendente, gobernador o presidente-, tenía
60, 70 u 80 años. Hoy tenemos gente de menos de 50. Hay de más,
pero son gente muy joven que vienen de generaciones de innovadores.
El otro día vi un video de Pepe Mujica donde hablaba de la educación.
Decía: "Yo soy de la época de la TV blanco y negro
y de cuando todavía no había TV". Y lo decía
refiriéndose al plan de que cada chico tenga una computadora.
Y es por lo importante que es que podamos tener acceso a un montón
de cosas que antes no teníamos. Creo que es bien recepcionado
aún por la gente mayor, no porque se le gane por cansancio sino
porque se ven los beneficios.
- ¿Qué
beneficios trae en la vida diaria?
- Que una persona no tenga que hacer dos o tres horas de cola para cobrar,
porque le depositan en una cuenta y pueda usar una tarjeta de débito,
trae mucho beneficio. Y creo que todas estas innovaciones -no sólo
las tecnológicas sino las formas de comunicación- son
altamente positivas. Tendrán algún componente que por
ahí no es tan positivo, pero... Los graffiti no son más
que un remedo del muralismo, que tenía toda una ideología
detrás: que todo el mundo pudiera acceder a ese arte. Son nuevas
formas que tienen la mayor parte de componentes positivos: a veces,
estas nuevas formas, lo que no tienen de positivo no pasa por la forma
de expresión sino por cómo es el auditorio.
- ¿Cómo
ves el aspecto cultural en City Bell?
- Vivo en City Bell desde hace casi diez años, pero paso casi
todo el tiempo en La Plata. Yo elegí este lugar para vivir; lo
conocí en 1982, cuando vine al Country de Estudiantes para un
recital de Virus. Después tuve una amiga que vivía por
26 y 477 y me encantó el lugar. Cuando tuve la oportunidad de
sacar un crédito para comprar mi casa dije: "me encantaría
City Bell". De golpe encontré una casita chiquita, que fue
mi primera casa. Después me mudé y ahora estoy acá.
Soy una enamorada de City Bell.
En cuanto al aspecto cultural, lo poquito que he visto es que hay gente
que seguramente sabe más, que está interesada en recuperar
una identidad de City Bell que pasa por el contacto con la naturaleza...
Pero yo no conozco más que a mis vecinos.
- Pero ¿ves
que hay una movida, un interés por la cultura?
- Creo que hay propuestas interesantes y que hay que rescatar todo esto,
no perder contacto con las raíces del pueblo. Pero eso es una
expresión particular y creo que tenemos de todo. Es como la gente
que compara La Plata con Buenos Aires y dice que en La Plata no hay
nada. Querer comparar La Plata con City Bell me parece un despropósito
por la cantidad de habitantes, porque no podés encontrar en ¼
de la población la misma oferta que en el cuádruple, pero
creo que hay cosas interesantes: hay galerías de arte que están
muy lindas; la propuesta de Juan José Vendramín, de proyectar
fotos históricas en la ventana del colegio, me pareció
fantástica y no la he visto en ningún lado. Que haya dos
páginas web (sin contar la comercial) dedicadas a City Bell,
no es poco; es muchísimo, porque en realidad cuando tenés
la información muy dispersa, no la encontrás. Y ustedes
condensan un montón de cosas, y se nota ahí la preocupación
por el lugar de uno, de rescatar no solamente lo antiguo sino lo actual
también.
- Y esa cultura
¿se trasunta a través de las instituciones?
- Creo que hay muy buen nivel educativo; hay muchas escuelas. Hay instituciones
pioneras como los clubes Hípico, Atlético y Juvenil. Hay
manifestaciones de cosas, desde profesores del arte, pintura, cosas
ornamentales, gimnasia, de todo... Me parece que está muy bueno.
- ¿Y
la gente se identifica con esa oferta?
- A lo mejor -esto es algo que falta en muchos lugares- es que falta
recoger esta información y ponerla a disposición de la
gente. Es un trabajito que veo que lo hacen las revistitas zonales,
lo cual es una buena forma de empezar. A veces no se conoce esa oferta
porque no se vé dónde está; todavía sigue
funcionando el boca en boca y eso es importante. Pero yo creo que fundamentalmente
City Bell tiene que generar cosas para que la gente pueda trabajar acá.
Eso en mí se está transformando en una actitud de vida,
porque si bien hago casi todas mis cosas en La Plata -salvo la facultad,
que es en Mar del Plata-, trato de hacer todo lo que puedo en City Bell.
Eso hace que uno se sienta cómodo en su lugar. Material humano,
hay.
- Formás
parte de Guardia Tanguera. ¿Desde dónde viene ese sentimiento
por el 2 x 4?
- Cuando era chica tocaba la guitarra. Vivía a una cuadra del
Policlínico y a la vuelta había una profesora de guitarra.
Ella juntaba 3 ó 4 alumnos y nos llevaba a tocar a las peñas.
Tenía 13 ó 14 años. Pero la verdad es que a mí
nunca me gustaron ni el tango ni el folklore. Pero mi mamá tenía
pasión.
Un día, ya viviendo acá, se me ocurrió empezar
a bailar tango, en el Juvenil. Hoy, Roberto Chiola y Elena están
también en Guardia Tanguera. En las peñas ponemos también
algo de folklore.
- O sea que
también te reenganchaste con el folklore...
- Antes me parecía que el folklore era aburrido, pero mi marido,
cada vez que ponían una chacarera, se ponía a bailar con
otra. Entonces decidí aprender a bailar folklore. Hay un muchacho
santiagueño, de la escuela de Saavedra -grandes bailarines de
Santiago- que enseña espectacularmente bien y da clases en City
Bell. Y vamos a aprender con Diego García, un profe que lleva
la música en el alma como buen santiagueño. Nos explicó
qué significa cada baile y de dónde viene; qué
significa cada movimiento.
Tengo la imagen de sentarme en el piso y escucharlo, y sentirme como
una nena de jardín de infantes cuando le cuentan un cuento. Aprendí
quién era la Telesita y fue una fascinación. Hoy no tenemos
tiempo para todo, así que nos decidimos más que nada por
el tango. Pero me gusta el folklore, aunque tengo cero memoria para
recordar nombres de canciones y de conjuntos.
- Habrás
estado en el Festival de Folklore del Atlético...
- El festival de Folklore es un producto netamente de City Bell y es
bárbaro. No hay peña en La Plata que lo supere. Y que
haya profesores como Diego, que te transmite el folklore desde ese lugar,
a mí me hizo dar un cambio radical y creo que también
a mucha gente. El tango es el folklore rioplatense; cada región
tiene su mística y eso la identifica.
- ¿Qué
importancia tiene la historia de una comunidad en la construcción
de su cultura?
- La máxima. Uno, sin su raíz, no es. O es quien no es.
A nosotros, como sociedad nos pasa lo mismo que a un hijo de desaparecidos.
Creo que la sociedad argentina, en cierto modo adolece de eso. Estamos
ansiosos por definir una identidad argentina y nos estamos olvidando
de lo fundamental: nos definimos desde el siglo XVI, XVIII para acá,
pero nos olvidamos de los 10.000 años que tiene el continente
americano. Son entre 10 y 12.000 años de historia. Acá
tuvimos civilizaciones y culturas como la mapuche, la aymará,
como la koya... que construyeron cosas increíbles, y las borramos.
¿Cómo vamos a hacer para construir esta identidad sin
esas raíces?
- ¿Debemos
borrar a los personajes negativos de nuestra historia?
- No se trata de borrar sino de ponerlos en su justo lugar. Si me decís
de sacar el monumento a Roca de la Diagonal Sur de Buenos Aires, estoy
de acuerdo. Creo que un tipo como Roca no merece tener un recuerdo de
esas características. Si ponés a Roca matando a un indio,
va a tener un viso de veracidad. Me parece que pasa por ahí,
no por defenestrar o de borrar; no hay que borrarlos de la historia
sino todo lo contrario, porque si olvidás, volvés a repetir.
Lito Nebbia dice "cuando no recordamos lo que nos pasa nos puede
suceder las mismas cosas". Y eso es totalmente cierto. Ahora nos
estamos dando cuenta de que la memoria es importante, que el futuro
es importante. Estamos poniendo en juego todos los tiempos. Es lamentable
que muchos no lo entiendan, y es lamentable que muchos, entendiéndolo...
Se están tomando otras fuentes que antes no se tenían
en cuenta. Antes, el relato oral era fundamental, pero desde escritura,
parecía que no valía para más nada. Hoy, eso se
está recuperando. Hoy me parece bárbaro que todo el mundo
registre cosas, aunque sea su historia familiar. Pero eso, el día
de mañana, va a tener un valor increíble...
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