Conversaciones
Con el alma llena de Patria


José Luis Quiroga, arrecifeño, es veterano de guerra sobreviviente del hundimiento del crucero General Belgrano. Y nos contó su historia.


"Lo de Malvinas es un tema que en casa se charla con respeto, por sobre todas las cosas", dice José Luis Quiroga, nacido el 13 de febrero de 1982 en Arrecifes, ciudad de donde es cartero, sobreviviente del hundimiento del crucero General Belgrano durante el conflicto bélico por las islas australes en 1982. José Luis cuenta por enésima vez su historia, aquella que de a poco pudo comenzar a hilar a medida que fue pasando el tiempo y en su interior pudo elaborarla.

Viva la Patria

La conversación arrancó versando sobre el patriotismo, cosa que a juicio de Quiroga, hoy en día hay poco. "Muy pocos ponen la bandera para la fecha patria y muy pocos van a los actos. Vengo de una ciudad relativamente pequeña y pasa así. Se hace el acto en la plaza o frente a la Municipalidad y no va la gente; los chicos del colegio novan, los mismos padres no los mandan... Puede ser que como cambian la fecha para un lunes, se hace fin de semana largo y mucha gente viaja, pero ese es otro tema. Se cambió mucho. Cuando yo iba a la escuela sí o sí tenía que ir a la fiesta. Me acompañaba mi mamá, Y era una fiesta. Y teníamos que ir a desfilar, y se desfilaba"...

José Luis Quiroga, náufrago
del Crucero General Belgrano

Embarcado
A José Luis le tocó Marina en el servicio militar, y lo destinaron a la Base Naval de Puerto Belgrano. "Hice los dos meses de instrucción y después me dieron el destino del Crucero General Belgrano. Ahí hice el servicio hasta que nos hundieron".

Así simplifica su vida quien estuvo casi dos días con sus noches en la balsa nº 57 que pertenecía a la legendaria nave de la Armada y que con sus propios ojos vio hundirse horas después de que fuera torpedeada por un submarino inglés.

"Era todo muy raro -rebobina en sus recuerdos- Porque si bien teníamos el crucero roto, lo estábamos reparando, veíamos movimiento, como por ejemplo, el buque San Antonio, que es buque de desembarco, cargaba gente y equipamiento. Y era muy raro, porque eso nunca lo había visto. Hasta que un día estaba de guardia, el 2 de abril, y a las seis y media de la mañana me dijeron que habíamos tomado las Malvinas, cosa que yo no creí, porque nadie sabía nada. Hasta que tipo nueve y media de la mañana nos llevaron al comedor, prendieron la televisión para que viéramos el júbilo de toda la gente en Buenos Aires, frente a la Casa de Gobierno, y las cosas que dijo el presidente ese día. Y bueno, nos cayó como un balde de agua fría, y pensando que no iba a pasar de eso: se toma, se hablará con los ingleses... Nunca pensé que íbamos a llegar a pelear. La verdad que nunca me lo imaginaba hasta el viernes 16 de abril, que zarpamos de Puerto Belgrano".

Todo tan de repente
"El 16 de abril zarpamos. Era como un sueño; como que te metés en una película. Desde el momento en que salimos a navegar hasta el momento que empezó el conflicto y en que nos torpedearon y hasta que nos rescataron, todo ese tiempo me pareció que era rapidísimo y a su vez, largo; una sensación rara. Fue todo tan de repente. Nadie esperaba los torpedos, sabiendo que la noche anterior nos habían dicho que habíamos entrado en zona de exclusión, y en la mañana del 2 de mayo nos dijeron que habíamos salido. Inclusive estábamos festejando, porque esa noche anterior no durmió nadie. Estábamos todos pendientes de que en cualquier momento tocaba la alarma y había que salir corriendo. Cuando el domingo a la mañana nos dijeron que habíamos salido de la zona de exclusión cantábamos, nos relajamos, festejamos, pero no esperábamos que a las 4 de la tarde nos torpedearan".

En el momento del impacto Quiroga estaba en la santabárbara (el depósito de pólvora y municiones de los barcos): "Sentí como que se había chocado; uno o dos golpes, el barco se empezó a inclinar y se cayeron las vainas y las luces se cortaron. Nos ordenan salir a cubierta con salvavidas. Ahí supe lo que había pasado".

Era un día horrible de llovizna, viento y frío. "Estaba en proa y me tuve que ir a popa, que era el puesto mío de formación. No sé si por los nervios o el susto, hice todo muy tranquilo. Es el instinto. Llegué caminando a mi lugar, y cuando nos juntamos todos los de la balsa y nos dieron la orden de abandonar el buque, tiramos de la soga, cayó la balsa, me tiré primero yo, como nos indicaron, y subimos los veinte. Y tres más, que habían perdido la balsa de ellos".

A la deriva
"Estábamos muy cerca del crucero, hasta que una ola nos alejó a unos 50, 70 metros. Y ahí lo vi hundirse al crucero. Te deja una sensación de impotencia, de bronca, porque no lo podés creer", dice José. Las balsas, con sus trechos color naranja iban sujetas unas a otras mediante cabos, pero la bravura del mar cortó las sogas y comenzaron a dispersarse.

"A la mañana siguiente el mar estaba muy picado -continúa Quiroga-. Detrás de mí había una ventanita y el guardiamarina hacía que me sostuvieran de la cintura para que yo mirara hacia afuera. Veía algunos techos naranjas de otras balsa, nada más, pero bastante lejos".

Las balsas son botes inflables con bordes, techo inflable y una lona. "Tenés que ir sentado, con los pies estirados. Tienen agua, chicles, fruta secan una Biblia, bengala, una pistola, un espejito para hacer señas y alguna cosa más. "Pasadas las 24 horas se puede tomar tres sorbos de agua por persona, pero era tal el frío, que no abrimos ninguna botella. Sí comimos cuando vimos en el horizonte el buque que venía. Pero ya estábamos congelados por el frío del agua que había entrado la noche anterior, con la tormenta".

José Luis Quiroga recuerda así aquel momento: "Alcanzamos a ver en la oscuridad una luz muy cercana, y empecé a hacer señales con la linterna. Pero me tapó una ola. Así que esa noche nos pusimos todos a rezar, a darnos calor, a abrazarnos, a no dormirnos (al que se dormía le pegábamos suave para despertarlo) y ya sentíamos los signos del congelamiento hasta la cintura. Al otro día amaneció con el mar calmo, el cielo espectacular, pero estábamos solos. Sentarse de vuelta y empezar a rezar, cantar, y darse fuerza. Estábamos todos congelados pero con el ánimo bueno de que nos íbamos salvar. Estuvimos cuarenta y pico de horas hasta que sentimos el motor de los helicópteros. Nos hacen señas y se van. Como a la hora vemos una cosa naranja que se acercaba, era el barco hospital Bahía Paraíso".

Volver abordo fue otra aventura. Volver a caminar, sentirse enteros, un desafío. "Cuando nos subieron a todos no podíamos ni caminar. Estábamos todos congelados de la cintura para abajo. Un día me recosté a dormir y me desperté con un hormigueo en los pies que no soportaba. Lo llamé al doctor desesperado y él me dijo: 'Gracias a Dios, hijo, te está volviendo la sangre a los pies'....".


La condecoración recibida como
combatiente en Malvinas

La Patria de los hijos

José muestra la condecoración que le otorgó el Congreso de la Nación a todos los ex combatientes en Malvinas y dice que es difícil responder a una pregunta que ya ha oído muchas veces: "¿Volverías a combatir?". Lo piensa, duda unos segundos. Y dice que sin importar quién esté en el gobierno, si hay que salir a defender un pedazo de tierra que nos pertenece "no lo dudaría. Porque estaría defendiendo algo que le pertenece a mis hijos".
Y no hay nada más que hablar.

Las mellizas Macarena y Geraldine son hermosas quinceañeras, y Juan Cruz luce orgulloso sus 9 años. Son los hijos de este veterano de guerra que cada año, cuando tienen que hacer en la escuela una tarea referente a la guerra por Malvinas, se sienten orgullosos de su papá, que puede contarles cómo se arriesga la vida por la patria.


Entrevista original para "El Correo Solidario", periódico de la Asociación Mutual de Protección Familiar-AMPF
y la Asociación Mutual del Personal de Comunicaciones-AMPC.