Sin
cuenta darme
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Escribe Guillermo Defranco En el año del bicentenario, casi sin cuenta darme, me tocó celebrar mi cincuentenario. Vale decir que con cuatro personas como uno, alcanza para hacer la Patria. Falacias aparte, me puse a pensar en eso de cumplir 50 años, y concluí que se trata de una circunstancia que he esperado largo tiempo, más precisamente medio siglo. Exactamente, desde el 12 de noviembre de 1960 a las 4:40 del amanecer, cuando los vecinos de la diagonal Jorge Bell entre Cantilo y 15 (allí estaba la clínica de la familia Flores) se habrán despertado con mis berridos y la partera gritó "varón". Y no se equivocó. En un encuentro con compañeros de colegio y hablando sobre el Bicentenario de la Patria, uno de ellos preguntó si nos habíamos dado cuenta de que de esos doscientos años, nosotros habíamos vivido una cuarta parte. Es posible que en ese momento a muchos nos hayan salido canas de golpe. Punto
de encuentro Mi esposa Laura me sugirió copar el Obelisco o Palermo, pero el salón del Argentino Juvenil Club de City Bell tiene un saborcito especial para mí. Porque el lugar que hoy nos cobija merece un parrafito aparte, para aquellos que no conocen su historia... y no leyeron mi libro. El Argentino Juvenil Club fue la segunda institución en su tipo en fundarse en City Bell, en 1946. Desde entonces, y por espacio de unos diez años, fue el centro social por excelencia en cuanto a concurrencia de público a sus bailes se refiere. Eran aquellos tiempos en que la cancha de básquet era a la vez pista de baile. De un lado se sentaban los muchachos y del otro, las chicas acompañadas de sus madres. El varón cabeceaba a la señorita que pretendía y la mamá de ésta decidía si la nena salía o no a bailar. En aquellos bailes, por los que pasaron las grandes orquestas de esa época ("la típica y la jazz", según se las llamaba) se ha gestado, creo yo, buena parte de la sociedad actual de City Bell, por las uniones que resultaron de ellos. Las construcciones principales de este club pertenecen a las casas que la Sociedad Anónima City Bell construyó a inicios de la década de 1920 y aquí mismo funcionó la primera comisaría de City Bell. Así que espero que todos hayan traído documento. Entre los invitados hay gente que viene de lejos. Gente que de Buenos Aires, de Los Hornos, de los Altos de Gonnet, de Tolosa, de La Plata, de City Bell. Gente que llegó desde París, cuando la trajo la cigüeña. Hay gente que no vino, pero que igualmente está, porque si alguna vez Humberto y Coca no se hubiesen enamorado en los bailes del Juvenil, hoy ni mi hermano ni yo estaríamos aquí. Cumplir
50 Otra cosa extraña es eso de llegar a casa y encontrarse con unos tipos de barba y una señoritas muy embelesadas que, aunque me lo discutan, no son los nenes y las nenas que años atrás iban al colegio con mi hijo, el que a su vez parece la reencarnación de Bob Marley y ya no me dice papá, ni papi, ni pa. Ahora me dice "¿Qué onda, viejo?". Por suerte mi esposa Laura aún nos respeta. Debe ser porque necesita mis anteojos cada vez que ella no tiene ni idea de adónde dejó los suyos... Pero lo peor creo que fue la reacción de mi prima Fernanda: "¿¿Cincuenta?? ¡Yo creía que todavía seguías siendo mi primo!". Intenté explicarle que la edad nada tiene que ver con el parentesco. "Bueno -intentó arreglarla-. Quiero decir que para mí eras mi primito". A lo que le retruqué aclarándole que a ella le faltan sólo cinco años para ser ya una cuarentona. Creo que la dejé knock out. Filosofía
cincuentenaria Tener 50 años es maravilloso, porque sin cuenta darse uno puede recordar anécdotas de hace veinte o treinta charlando con otro de la misma generación y dejar pagando a los imberbes borregos de veintipico. Y tampoco dejo de sorprenderme por seguir sintiéndome héroe de la resistencia. Porque para ser idealista hoy en día, creo que hay que ser un poco así. De una u otra manera, a lo largo de la historia todos hemos nacido para ser partícipes de una época y alfareros del futuro. Los que somos aunque sea un poquito así creyentes, tenemos en el corazón la riqueza de sabernos parte de la Creación y administradores de nuestra libertad, que es uno de los tesoros con que nacemos. Y hay otros grandes valores, que en casa procuramos cultivarlos como lo más valioso, y eso son los afectos y la amistad. |
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Tomá
mate Ah, ¿cómo? ¿A usted no le tocó? ¿Está seguro que hizo méritos suficientes? Siga participando, y anótese para mi cumple de 60. Para entonces pasaré a ser un sexagenario -clasificación que envejece al más jovial- que no sabrá ni cómo se llama, aunque preferiré seguir siendo un pibe de sesenta. Va a estar bueno. Estoy seguro. |
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