Anónimos trascendentes |
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Tal vez nunca sabremos, a ciencia cierta, cuántas víctimas fatales dejará entre los argentinos el virus de Influenza A H1-N1, causante de la también llamada gripe porcina. Como legos que somos en la materia, escuchamos una y otra campana y nos debatimos entre quienes aseguran la existencia de la pandemia como un hecho irrefutable y los otros, los que sostienen que es todo una gran mentira para beneficio económico de los laboratorios de especialidades medicinales. En verdad, apostamos a la cruda realidad de que la pandemia existe, aunque no nos arriesgarnos a dar crédito a una u otra estadística emanada por los medios oficiales y los no oficiales: simplemente pensamos que quien reconoce un serio problema que está bajo su responsabilidad, no suele admitir la verdadera magnitud del mismo, tal vez porque simplemente no alcanza a dimensionarlo en su totalidad. La presencia
del dengue y la fiebre amarilla eran de tal gravedad en el nordeste
en cierto momento del año pasado que figuraban como zonas rojas
en el mapa sanitario del Ministerio de Salud de la Nación;
sólo que no se lo daba a conocer y así parecía
que el problema no existía. Hoy impera el relevamiento de qué poblaciones carecen de cloacas y de centros de salud suficientes para enfrentar nuevas contingencias sanitarias. Urge encarar políticas de prevención en materia de salud, lo que incluye también contenidos en los programas de educación como respuesta a eventuales epidemias. No podemos seguir
inmolando víctimas anónimas e indefensas, que ofrendaron
su vida no en defensa de la soberanía, sino como carne de cañón
de una política sanitaria en franco retroceso. Julio 2009 |
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